martes, 22 de junio de 2010

Dejando la Gerencia de Laprog: Parte 1 (Niñez y adolesencia)

Dentro de 15 días entrego la responsabilidad y el honor de ser el Gerente de Laprog Software S.A. a mi socio y amigo Jose Humberto Ochoa. Durante cerca de 14 meses me he venido preparando para este momento y con ello han llegado a mi, más que nunca, recuerdos, anécdotas, reflexiones, lecciones y embarradas, que creo que no sólo serían valiosas compartirlas con quien será el primer jefe de mi vida, sino con muchas personas que durante años las han escuchado y al parecer, las han apreciado. Como estoy seguro que los recuerdos funcionan como hipervínculos (importante: estas historias seguramente serán interesantes sólo para geeks), es posible que no necesariamente escriba esto cronológicamente, sino mas bien parecerá la misma Internet por su lógico desorden.

Siempre que en una reunión o para alguna entrevista (una de las 4 o 5) empezaban a preguntar sobre la empresa, la primera pregunta se refería al por qué. No es natural en Colombia que un estudiante decida iniciar una empresa y por lo tanto fue desconcertante para muchos. Por esa razón esta primera entrega hablaré de cómo se formalizó en mí, la idea de crear una empresa.

Niñez

Tal vez cuando tenía cerca de 5 años o 6 escribí un cuento sobre cómo la persona más adinerada que conocía, Javier Cabal (personaje importante en la historia de Laprog... no era rico), podría manejar un renault 12 y además verde. Cuando jugaba con mi hermana con los pequeños muñecos que venían en los paquetes de Yupi, tom y jerry principalmente, los personajes principales del juego siempre tenían mansiones y ferraris.

Si a estos inicios materiales le sumamos que una vez, a los cuatro años, mi hermano me dijo tajantemente: "somos pobres", mi espíritu no tuvo ningún otro camino posible al de desear salir de esta situación de aparente pobreza para que luego, algún día, mi hermano sea rico. Sin embargo mi historia con el dinero no comienza vendiendo maní en el colegio o tarjetas de álbumes o embases vacíos, como la mayoría de las historias que uno lee en los libros de administración, no, mi historia comenzó por hacer realidad mi riqueza y la de mi familia en mis infantiles historias.

Un nuevo entorno social, el de mi colegio, me permitió crear una realidad alterna a la real (no éramos pobres realmente, nunca nos faltó techo, comida y juguetes, pero como decía, ¡mi hermano fue muy claro!). Mis amigos del colegio, pobrecitos ahora que lo pienso, me tenían que escuchar constantemente cómo íbamos a nuestras fincas llenas de cuatrimotos -una vez lo dibujé cuando la profesora de tercero nos pidió dibujar las vacaciones - pasábamos fines de semana en la casa de Cali, me compraban enormes Gi Joe de navidad, y todo cuanto podría inventar con tal de convencer a mis nuevos amigos que mi familia era muy rica. Ahora, ¿de dónde sacaba yo el concepto de riqueza? No de la televisión, o al menos no lo recuerdo así, me inspiraba en las riquezas del esposo de mi tía Catalina, a quien todos llamábamos "el amigo" o simplemente "holguín", sólo de grande entendí que la trama familiar (era el segundo esposo y el padrastro de mis primos).

Mi tía y su familia nos invitaban constantemente a su (mi) casa en Pance - Cali. También paseábamos con mis primos en sus (nuestras) cuatrimotos. Una vez hasta estuve en un Yate de otra familia muy rica de Cali. Por lo tanto Holguín, mi tía y mis primos, constituían para mí el ideal de una familia rica. De ahora en adelante seríamos nosotros en vez de ellos en sus posesiones.

Cuando inicié mi averiguación sobre el por qué mi amigo tenía tanta plata, entendí que el era dueño de una empresa, una empresa que construía edificios, unidades, centros comerciales y hasta hoteles. De ahí en adelante, mis héroes serían no personajes llenos de capas, espadas o pistolas, serían empresarios (por eso decía lo de los geeks). Ya habiendo reconocido que por mi básico deseo por posesiones, también por la necesidad de que una que otra mentira encajara, me llevó a la idea de que un hombre debe ser empresario.

Pero también creo que es importante ahora entregar un contexto de mi vida de niño: Crecí en Buga, un tranquilo y bonito pueblo del Valle del Cauca. Soy el hijo del medio de una familia de 3 hijos con papá y mamá juntos (un lujo en estos días). El realista hermano mayor, Luis Francisco, me lleva 5 años y existo gracias a que el pidió un hermano cuando mis padres aún vivían en Bogotá y mi hermano no tenía muchos juguetes. Mi hermana menor, Maria del Pilar, quien fue mi mejor amiga durante la niñez, es dos años menor que yo y nació ya estando nosotros instalados en Buga.

Mi papá es uno de los hermanos mayores de una numerosa familia rola que también se mantuvo junta hasta el límite de vivir 3 de ellos en la misma unidad residencial, donde aún hoy pasamos todas las navidades, a las que me escapo al día siguiente para ir a la feria de Cali, pues los 31 de diciembre de mi familia Moreno se acabaron justo cuando prohibieron la pólvora. Mi mamá en cambio es una de las hermanas menores de otra familia numerosa pero ésta bugueña.

Los apellidos que acompañan mi familia bugueña tienen una historia honorable y sobre todo, admirable y eso respeta aún algún respeto entre varias personas que he conocido por todo Colombia. Nunca lo he dicho, pero me encanta ese reconocimiento genealógico. Además todas mis primas Azcárate o Cabal, son preciosas, otro motivo de orgullo, pero es que es increíble, son todas. Mis padres se conocieron porque mi mamá fue vecina de mis tatos (abuelos paternos) junto con algunas hermanas o primas y como mi mamá no es la excepción de la belleza familiar, mi papá y un tío, no demoraron en conocerlas.

Aunque mi mamá se graduó de Dibujante Arquitectónica (justo antes del grandioso lanzamiento del Autocad), al poco tiempo de hacer algunas maquetas en Bogotá, le concedió a mi papá su deseo de abandonar la selva de cemento, donde trabajaba de profesor universitario, e ir a manejar las empresa familiar de mis abuelos y tíos bugueños (así es, también era hijo y nieto de empresarios, también por el lado paterno pero no me sé bien esa parte).

Ya viviendo en Buga mi papá fue un incansable administrador de fincas que quedaban en Tuluá y Buga. Cosechó caña, sembró langostinos, tuvo ganado y todo eso para mi era absolutamente penoso. Me daba pena decir en el colegio que mi papá era "campesino". Lastimosamente justo cuando la familia comenzaba a ver los frutos de esa empresa la violencia en Colombia llegó a su punto más alto (bajo) y tocó dejar casi todo a perderse, pues la guerrilla por un lado y los paramilitares por el otro, ocuparon las fincas.

Adolescencia

Cuando ocurrió esto yo ya me encontraba en el bachillerato, que lo cursé en el Liceo de los Andes, un colegio muy bonito y muy bueno, lo de bueno lo saco de la calidad de seres humanos que son mis amigos y muchos de los profesores que ahí tuve la oportunidad de conocer y algunos, admirar. La vida me ha enseñado que es más importante para una persona encontrar un colegio que lo forme para la vida (ética, lógica, valores transparentes, realidad, recreo, filosofía, historia, etc.) y en eso nuestro colegio no se rajaba, como sí se rajaba en cálculo, física y otras asignaturas complicadas.

A esa edad me consideraba ya muy afortunado y entendí que no sólo la riqueza monetaria era importante, reconocí el valor de una familia culta, de unos amigos fiesteros, de unos hermanos en paz, de padres exigentes. Tal vez el momento más pleno de mi vida ha sido la adolescencia, no me faltó nada, no hubo excusa para pasar esa famosa amarga etapa de la vida. Durante la adolescencia conocí a personas muy importantes en el futuro de Laprog: Mónica Alejandra Gonzalez una de mis mejores amigas será en un futuro la primera Directora de Comunicaciones de Laprog; Andrés Velez se convertirá luego de ser pasante en el departamento de Diseño, a ser el Director de dicha área y ahora el Gerente de una empresa proveedora de Laprog; Gerardo Andrés Cabrera, mi mejor amigo desde que tenía 4 años es ahora uno de los socios de la empresa de Andrés; Juan Manuel Angarita hizo primero de cliente con la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia y luego fue el Director de un proyecto de Comercio Electrónico con el Ministerio de Comunicaciones, para Laprog.

Habiendo hecho un fuerte vínculo con muchos de mis compañeros de Colegio, inicié desde los 16 años a vincularlos a mi plan de vida, claro, después de una noche de tragos. Celebrando el cumpleaños número 17 de Gerardo y habiendo tomado un poco de Aguardiente Blanco, después de preguntarles a todos qué iban a estudiar, les prometí que todos tendrían un puesto en mi empresa, que quién sabe a qué se iba a dedicar (hasta se lo prometí a Hector Osorio quien me dijo que sería actor). Durante esta etapa vi a mis padres haciendo grandes esfuerzos para mantener el estilo de vida y poder pagar la universidad de mi hermano (Economía y Filosofía - Los Andes) y la futura Ingeniería de Sistemas en el Icesi que habría de tomar yo.

Antes de cerrar la empresa familiar y siendo mi papá el Administrador, el salía diariamente entre 4 y 5 am para las fincas y llegaba tipo 7 u 8. Fue un duro esfuerzo que siempre me inspiraba para tratar de despertarme con el primer llamado al colegio (no es que no fuera suficiente inspiración, pero nunca lo logré). Una vez terminada la fase "campesina", mi papá, sociólogo, hizo una especialización en pedagogía y en psicología, lo que le sirvió para emprender su negocio personal de consultorio para la realización personal.

Negocio que lamentablemente no dio muchos frutos en Buga, una ciudad donde las personas no tienen tantos problemas como podrían tener quienes viven en ciudades como Bogotá o Cali, donde la ambición y el tiempo nunca son suficientes. Mi mamá por otro lado montó la primera y hasta ahora única crepería de Buga. Ambos negocios principalmente sirvieron para que mis padres hicieran por primera vez en su vida lo que en verdad disfrutaban por trabajo. Por eso y otros motivos, los admiro profundamente. Llegado ya este, el enésimo párrafo de algo que no debió llevar tanto, es normal preguntarse, qué le importa esto a Jose.

Decidí escribir esto porque Jose no conoce esta parte de mi vida y durante esa etapa aprendí la gran mayoría de las cosas que sirvieron de pié para iniciar mi decisión de emprender:

- Para ser empresario hay que ser ambicioso. Lo importante es enfocar esa ambición hacia una meta que esté de acuerdo en lo que uno realmente quiere y cree.

- Todos los colombianos tenemos la responsabilidad de hacer algo, no podemos simplemente quejarnos y seguir como si nada estuviera en nuestra manos.

- La amistad, la familia y los negocios sí se pueden mezclar. Si se aprovecha la condición de amistad y familiaridad para el bien mutuo y de la empresa, con honestidad, transparencia y respeto, los negocios no sólo son más prósperos sino que además toman una dimensión humana que es demasiado satisfactoria.

- Hay que hacer lo que uno quiere hacer.

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